El próximo domingo 20 se cumplirán las elecciones de ratificación del presidente Nicolás Maduro en Venezuela, lo cual, como están las cosas hoy, es también una cuestión interna para los colombianos.
Venezuela pasó de ser el principal comprador solvente de nuestros productos a un grave problema económico para Colombia debido a su crisis de pago. Ahora los temas por expulsión de sus habitantes de toda condición que han encontrado en Colombia un territorio de asiento temporal o permanente, más el consentimiento con los guerrilleros, nos han afectado hasta el punto que nuestra agenda nacional ha variado por el vaivén de los procesos venezolanos.
Lo que se ve venir allá es más inestabilidad política, económica y social, con agravamiento de la crisis humanitaria, y por consiguiente más demandas a Colombia. La estrategia nuestra de ayuda humanitaria y repudio a la dictadura tiene que ser precisada, este es uno de los grandes retos para el nuevo Gobierno y el Congreso.
Venezuela tiene hoy la mayor inflación del mundo y es un país desabastecido, con algún respiro en las últimas semanas porque mejoraron los precios del petróleo. Asediado por la diplomacia internacional, el gobierno culpa a los extranjeros de su tragedia económica y social. Hay control armado para sofocar a la oposición y ésta ha tenido altibajos en sus movilizaciones pero gran receptividad, a pesar de que no muestra claridad política o da certezas de qué puede ocurrir si triunfa.
Ya pocos en el exterior creen en la posibilidad de una respuesta democrática y conciliadora por parte de quienes están al mando. De manera que la diáspora continuará.
¿Cómo ayudar al pueblo venezolano y al mismo tiempo favorecer la democratización y la estabilidad de ese Estado hermano?No puede ser con desdén sino, lo contrario, con políticas activas sin llegar al extremo de violar las prohibiciones en la diplomacia.
Nuestras relaciones con Venezuela tienen que seguir siendo pragmáticas, pues no podemos mudarle ni mudarnos, como tampoco ignorar los 2.219 kilómetros de fronteras comunes, todas ellas porosas, con interrelaciones de sus habitantes que han sido en la historia buenas, regulares y malas. Coincido en ello con el ex canciller Julio Londoño. Pero relaciones pragmáticas y al mismo tiempo comprometidas con la superación de su ya larga crisis política.
La posición colombiana la expresó en Lima el presidente Juan Manuel Santos a fines del mes pasado pero es esperable, con el giro que ha tenido la presente campaña presidencial en Colombia, que tendrá variaciones. Santos dijo en Lima: “Colombia es el país que más sufre con la desesperada situación que atraviesan los venezolanos. Por eso somos los más interesados en que en nuestra hermana nación se restablezcan la democracia, el respeto por los derechos humanos y la misma civilidad. Hemos sido y seguiremos siendo generosos con el pueblo venezolano, son nuestros hermanos, pero seremos implacables con su régimen opresor, que tanto daño nos está haciendo no sólo a Colombia sino a toda la región”.
Las variaciones conducen hacia la idea de que sean nuestras actitudes mucho más implacables con la opresión. Implacable es no reconocer los resultados del domingo por no corresponder a unos procedimientos democráticos de igualdad entre las opciones políticas. Promover el funcionamiento de las convenciones internacionales que obligan a las formas democráticas. Proponer la acción punitiva contra el régimen. Adelantar tales acciones con firmeza si no hay respaldo de otros países, aun cuando debo advertir que este respaldo es posible obtenerlo porque son ya varias las naciones que se han pronunciado en contra de la dictadura, la exclusión de Maduro en los foros internacionales es prueba del repudio.
En cuanto a la generosidad colombiana ante la diáspora, el censo probó que los retos son de una gran magnitud y de cuidado frente a los objetivos nacionales en materia de pobreza y desigualdad o crecimiento. Ya se ven las consecuencias en el empleo y las demandas de servicios de salud, educación, vivienda temporal y permanente, empleo y desajustes sociales por prostitución, drogas y victimización intrafamiliar; demandas imposibles de cubrir si no hay cooperación internacional.
Lo que se ve venir es que los impactos presupuestales no serán fáciles de cubrir. De manera que una Venezuela estable es cuestión urgente e importante de política interna. Un reto para el Gobierno y el Congreso. La respuesta no puede ser otra que buen juicio y tino pero el compromiso debe mantenerse hasta lograr la estabilidad de nuestra hermana nación hoy ultrajada.