Las encuestas reflejan que los colombianos vivimos tiempos de pesimismo porque pasamos un año de crecimiento económico mediocre e incertidumbres políticas y sociales, así como un proceso de pacificación con luces y sombras.
El gobierno dice que fue un año de transición y nos invita al optimismo. Ciertamente, estos son días más de esperanza que de reiterar duelos. Lo que corresponde, entonces, es construir agendas que impliquen mayores esfuerzos colectivos para cumplir los objetivos de prosperidad y sana convivencia. Una labor que está en la esencia de la actividad política.
El 2018 es un año con especiales retos. Estamos en campaña para renovar el Congreso y elegir nuevo Presidente y Vicepresidente de la República. Se hará con la novedad de un partido que estaba alzado en armas y las entregó para buscar cambios en el marco de las instituciones, haciendo ajustes a estas, un proceso que se encuentra en marcha y que incluye reformas pendientes como en el sector agrario, electoral o político, y en la acción contra las drogas ilícitas. Adicionalmente, con negociaciones con otro grupo guerrillero y ajustes a las normas de sometimiento de las bandas criminales porque el objetivo es desarmar progresivamente a todos los terroristas u organizaciones criminales.
Desde el Congreso nos corresponde en los próximos años seguir avanzando en la implementación de los acuerdos mediante trámites ordinarios. Lo haremos en un ambiente polémico, sin duda, pero avanzando siempre. Nuestras instituciones corporativas son imperfectas pero funcionan.
La agenda pendiente del Congreso, sin embargo, va mucho allá de la implementación de los acuerdos con Farc o lo que corresponda con ELN y las organizaciones criminales.
La economía, por ejemplo, tiene que encontrar respuestas bien pensadas porque un crecimiento del 2.7 por ciento del PIB, que es la meta del gobierno para el 2018, es totalmente insuficiente para generar el empleo que se requiere en Colombia. La minería se ha agotado como factor de arrastre y una productividad cercana al cero por ciento, que es lo que hemos tenido en 2017, no construye certezas. El comercio internacional es más desafiante y han emergido amenazas de las calificadoras de riesgos porque el déficit fiscal, que ha sido del 3.6% en 2017 y se pronostica oficialmente del 3.1% en 2018, supera lo recomendado o lo obligado por regla fiscal. Las demandas de recursos para el Estado y para los consumos imponen, entonces, crecer mucho más. El sector rural, la industria y las exportaciones tienen los principales retos y son oportunidades.
La agenda social es igualmente desafiante. Siguen latentes reformas pensionales y en el sistema educativo y de salud. La idea de la jornada única escolar sigue siendo idea mientras no se den las condiciones con la infraestructura y las reservas presupuestales para sus costos. En la niñez tienen que seguir profundizándose los esfuerzos para sumar más niños a los programas de atención y protección especial. Los primeros cinco años son cruciales en las personas.
En resumen, hemos tenido en Colombia logros muy importantes en los últimos años, como la baja en la tasa de homicidios, la reducción de la pobreza, en educación y salud, luego hay que perseverar.
Debe hacer carrera entre los colombianos, por lo tanto, la idea del vaso medio lleno para no ahogarnos en el pesimismo y la inacción. Por el contrario, conscientes de nuestras crisis, lo que corresponde es apurar el paso porque no hay espacios para estar en la zona de confort.
La prioridad debe estar en el crecimiento pero haciendo énfasis también en las reformas concretas que cambien la condición de vida de las personas porque la retórica política, sin desconocer su importancia, tienen en situación de hastío a los colombianos. Eso lo vienen demostrando las encuestas y lo comprueba uno en las correrías políticas y en el diálogo corriente.
El Congreso ha venido cumpliendo su misión de crear o reformar leyes y corresponde a otros niveles del Estado su aplicación. Es acá donde debe ganarse eficiencia frente a las necesidades en alimentación y agua, salud, educación, vivienda, seguridad, empleo y demás servicios que están reclamando los colombianos y que tienen en condición pesimista a la mayoría.
Un crecimiento mayor de la economía para los próximos años es, pues, el reto. Y esto es posible si hay más consumos y este se da cuando hay ingresos. Construir el círculo virtuoso es cuestión de actitud, de pensar que el vaso está medio lleno, pero también de responsabilidad política. De actuar más sobre los procesos concretos que dan satisfacción a las necesidades.
Así nos aproximamos al 2018.