DEL CONGRESO DE LA PAZ AL CONGRESO DEL POSCONFLICTO COLOMBIA

domingo, 09 de julio de 2017 a las 09:33 AM Columnas

A pesar de todas las circunstancias difíciles y la implacable crítica ciudadana – a veces injusta -, puedo decir que me siento profundamente satisfecho y honrado de hacer parte de este momento histórico que vive nuestro país.

Estamos a escasos días de iniciar lo que será la última etapa del periodo constitucional legislativo comprendido entre el 2014 y el 2018, con un balance que supera los pronósticos negativos de muchos y lecciones que deben ser aprovechadas al máximo por la institucionalidad nacional y los distintos estamentos de la sociedad civil.

En medio de la complejidad que significa pero comprometido con la contribución a un país más digno y vivible, me correspondió presidir el Congreso de la República 2014 – 2015. Precisamente cuando conmemorábamos 30 años de que mi padre, el entonces Senador José Antonio Name Terán, presidiera también la corporación a la luz de otro proceso de paz que igualmente enriqueció nuestra historia política.

Estrenábamos entonces una bancada de oposición muy sólida y diversa regionalmente, encabezada por el expresidente Álvaro Uribe Vélez desde el Centro Democrático, partido que con el Polo Democrático representa la voz más alta del disenso colombiano.

Puedo decir que avanzamos sin contratiempo alguno en nuestra Presidencia del Senado de la República, que se caracterizó por una gestión administrativa tranquila y una conducción de sesiones que respetó todas las tendencias y dio participación equitativa y oportuna a sectores afines al gobierno y a los contradictores.

Hemos acompañado desde el Partido Social de Unidad Nacional, La U, el sentir presidencial y del gobierno en pleno por la paz. En todas y cada una de las etapas que ha tenido y tiene la reconciliación nacional, hemos podido expresar nuestro acuerdo y desacuerdo con el conjunto de iniciativas que ha facilitado la firma y transición al posconflicto del Acuerdo con las Farc. En los puntos de consenso se ha llegado a la meta en armonía y en aquellos del disenso se ha discutido con rigor e independencia de poderes, pero hemos logrado el punto de equilibrio requerido.

En cada paso, en el sendero de lo álgido o lo tranquilo, hemos aprendido y hemos compartido el sentido de una convicción memorable por la paz como nunca antes se había alcanzado en el país, tras un conflicto armado de más de medio siglo con cerca de 250 mil víctimas mortales de uno u otro lado.

Estoy convencido de que el Acuerdo de Paz, con sus defectos y virtudes, era impostergable e inevitable. Hoy no puede dar marcha atrás y podrá mejorarse su concepción en el tiempo pero ya nada ni nadie lo podrán tumbar como columna insustituible de un nuevo y mejor derrotero nacional. Entiendo la incomodidad de algunos pero valoro la posibilidad de un tiempo futuro sin el dolor y la sangre del pasado.

Así como fue de importante y trascendental la política de seguridad democrática que lideró el Presidente Uribe para devolvernos la confianza en las instituciones y abrir la ruta de la paz y de un nuevo desarrollo socioeconómico, lo ha sido este proceso que en cabeza del Presidente Santos selló la reconciliación y regresa al país a la senda de una política sin armas, ubicándonos en escenarios antes inimaginables de cooperación mundial en aras de asegurarnos niveles más altos de bienestar social y económico.

Luego de la firma del Acuerdo en el Teatro Colón de Bogotá, el Congreso de la República ha trabajado con enjundia, valor y alto compromiso en defensa de nuestra democracia y los ajustes a la nueva realidad política colombiana. Fácil no ha sido, pero lo que conviene a todos es un imposible como fracaso.

Confío en que este último tramo de la legislatura sea tan provechoso y útil como lo han sido los tres que antecedieron. Tenemos a bordo una campaña electoral de Senado y Cámara y primera vuelta presidencial que son actividades intensas. Sin embargo creo que no serán un obstáculo para la agenda legislativa, que además de los capítulos finales de la implementación del Acuerdo de Paz tiene el Presupuesto General de la Nación de 2018, el fortalecimiento de la ley de ordenamiento territorial, así como el financiamiento de un conjunto de proyectos que son vitales para el desarrollo colombiano, entre otros aspectos.

Será tanto o más importante, el paquete legislativo que por iniciativa del gobierno pretende hacer más drástica y efectiva la lucha contra la corrupción, limitando por ejemplo los beneficios de casa por cárcel y ampliando el tiempo de prescripción de los delitos contra la administración pública y conexos.

Estoy seguro de que el Congreso saldrá adelante con lo que le toca y de que su balance al final del periodo será mucho más positivo de lo que mucho creían. El 20 de julio nos espera para que la paz confirme que no es solo un saludo a la bandera. Para que podamos pasar del Congreso de la Paz al Congreso del Posconflicto Colombia. Por favor escríbame a jname@josename.com

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