Las lecciones que deja el colapso del sistema energético de Ecuador deben servirnos de ejemplo para aprender y corregir los errores similares que se están cometiendo en Colombia. Hoy somos testigo de los efectos desastrosos de una inadecuada planeación energética, combinada con la inédita sequía que se está presentando en el vecino país, mañana podríamos ser nosotros los superados por la demanda eléctrica, si no se empieza a actuar ya.
Para paliar la escasez de generación que se está presentando en el sistema eléctrico ecuatoriano, el Gobierno ha implementado cortes de energía de hasta 14 horas diarias en 20 de las 24 provincias. Sin embargo, las medidas impuestas han sido insuficientes y ahora se habla de peores escenarios, si la naturaleza no se apiada de los ecuatorianos trayendo por fin la lluvia.
Más allá de la facilista percepción de que todo obedece a un fuerte periodo de sequía, la crisis en Ecuador tiene su base en las imprevisiones de las autoridades eléctricas, así como la dependencia histórica de la energía hidroeléctrica (cubre alrededor del 90% de la demanda), el abandono a la infraestructura, la importación de energía de países vecinos y la lenta transición energética.
Tal y como ocurre en Colombia, la transición hacia fuentes renovables en Ecuador se encuentra estancada por la burocracia, la resistencia de algunos sectores, la carencia incentivos para invertir en proyectos, la falta de garantías y la inseguridad jurídica. Desde el 2022 se espera la entrada en operación de los dos mayores proyectos de generación renovable, que al día de hoy no han iniciado su construcción. Reflejo de lo que hoy vivimos en nuestro país.
El exceso de confianza y la imprevisión que también hemos abrazado es un lastre del que tenemos que huir. Una crisis energética no se limita al tema eléctrico, las graves repercusiones sociales, económicas, ambientales y en la salud que está dejando en Ecuador la escasez de agua y energía, son incalculables. De acuerdo con el Ministerio de Energía y Minas, cada hora de racionamiento eléctrico estaría produciendo pérdidas por encima de los 12 millones de dólares.
Con los aportes hídricos superando los promedios históricos de Colombia, se nos acaba el tiempo para adoptar acciones de corto y largo plazo que permitan evitar futuras situaciones de restricción en tiempos de escasa hidrología. Hay que incorporar nueva generación en firme no hidroeléctrica, y continuar el desarrollo de proyectos renovables. Aunque queramos, todavía no podemos darnos el lujo de abandonar las plantas térmicas de gas o de carbón, nuestro país debe apostar por incorporar generación que permita evitar apagones y racionamientos en el futuro.
Las negativas externalidades de la alta dependencia del recurso hídrico, durante las prolongadas e intensas sequías, nos han demostrado el alto grado de vulnerabilidad en el que nos mantendremos si no se diversifica la oferta energética. El aterrador escenario que vive Ecuador es el espejo en el que debemos mirarnos para corregir y alejar la posibilidad de un nuevo apagón eléctrico en el país, que sería desbastador.
Publicado en: La República