Las recientes decisiones de Ecopetrol, en contravía de su futuro financiero, marcan el quiebre del llamado gobierno corporativo que desde hace tiempo se redujo a una pantomima doblegada a la voluntad y decisión del presidente Gustavo Petro. En rechazo a la cuestionable situación, dos de los miembros de la junta directiva renunciaron, confirmando el secreto a voces que desde hace rato se escuchaba: la intromisión del Gobierno en los asuntos de la estatal petrolera.
Desde hace varios años se viene discutiendo en el país si se debe o no utilizar la técnica de Fracking o fracturamiento hidráulico para la extracción de gas y petróleo del subsuelo, pero la llegada del presidente Petro ha inclinado la balanza contra los hidrocarburos, satanizándolos. No solo se ha negado a firmar nuevos contratos de exploración y explotación, y encargado a sus ministros de torpedear los proyectos del sector, sino que ahora ha llevado su influencia sesgada a la junta directiva de Ecopetrol para colocar su veto sobre decisiones corporativas.
La mano de Petro en el retiro de Ecopetrol de las negociaciones con Occidental Petroleum Corp, OXY, para la eventual adquisición de una participación sobre los activos de propiedad de la sociedad CrownRock, con sede en Estados Unidos, envió al traste una oportunidad única para la petrolera nacional que le permitiría la diversificación de su portafolio de activos, el incremento de su producción de petróleo y gas, entre otros beneficios, solo porque en la cuenca del Permian, que el segundo trimestre del año pasado sumó el 13% de la producción total de hidrocarburos de Ecopetrol, se produce petróleo y gas por métodos no convencionales, como el fracking. Técnica que se utiliza desde hace más de 50 años en Colombia, con un extenso historial de aplicación en el territorio nacional y en el mundo, que es una buena alternativa si se hace de manera correcta, controlada y responsable, de tal forma que no produzca consecuencias negativas para el medio ambiente.
La cereza del pastel fue la crisis por el desabastecimiento de combustible de aviación de esta semana, que dejó en evidencia la falta de planeación que persiste en la estatal. Nos preguntamos: ¿Por qué no hicieron nada cuando ocurrió la falla eléctrica de la Refinería de Cartagena (Reficar), el pasado 16 de agosto? Sencillo, la empresa ha quedado en manos inexpertas que desconocen el sector, esta es una crisis que se hubiese podido evitar con la oportuna activación de los protocolos de seguridad. Vuelve y juega la inacción y negligencia que ha caracterizado a esta dirección.
Poco a poco, la junta directiva y la alta gerencia de Ecopetrol han ido cambiando a conveniencia del Gobierno, perdiendo su idoneidad e independencia. La ideología radical ha tomado asientos en la mesa de la petrolera, donde deberían estar personas expertas del sector, capaces de garantizar el buen rumbo de la compañía. Pasando por encima de los intereses de los accionistas y de la Nación, vemos cómo la politización está permeando a la empresa más importante de Colombia, interfiriendo en decisiones fundamentales y estratégicas.