En los últimos años, Barranquilla se ha posicionado como una ciudad líder en materia de crecimiento, no solo en el Caribe sino en toda Colombia, siendo ejemplo para muchos por sus importantes avances en infraestructura, uno de los sectores en los que más se ha destacado.
Obras como la avenida del río, la recuperación de los parques, la canalización de los principales arroyos le han cambiado la cara a la ciudad. Sin embargo, la administración Distrital durante años ha dejado un gran vacío en el tema de inversión social, que hoy nos está pasando una factura muy alta por la grave problemática de violencia juvenil que se vive en los distintos sectores de Barranquilla.
Al comparar el destino de las inversiones entre 2008 y 2016, Fundesarrollo y Barranquilla Como Vamos encontraron que los sectores de educación y salud tuvieron mejoras significativas en capacidad instalada pero con poca asignación en programas sociales, que son necesarios en una ciudad como la nuestra; con altos índices de pobreza y receptora de familias con necesidades.
La falta de políticas sociales efectivas han multiplicado los problemas de violencia, microtráfico y hurto en la ciudad; las pandillas juveniles se han fortalecido creando terror en los barrios del suroccidente y suroriente, donde cada día hay más temor de salir a la calle por los homicidios, los atracos y los ataques al Transmetro que a diario provocan los jóvenes.
Necesitamos una política pública de juventud que se haga con vigor y compromiso sobre la base de que no se trata del futuro sino de un presente en riesgo para la sociedad y los individuos, invertir en esta generación constituye uno de los pilares centrales para avanzar en un proceso de desarrollo que debe tener como horizonte la igualdad.
La escasa participación democrática como característica actual de la gestión pública en el Distrito y las pretensiones de una juventud que si bien se margina de la actividad política tradicional y poco participa en los ámbitos de decisión en los temas claves, pero que sí se considera sensible a las demandas de equidad y justicia social, requieren de acciones que traduzcan al escenario positivo ese deseo de participación que quieren tener nuestras jóvenes en la sociedad.
En Barranquilla, no han operado los instrumentos para una ciudadanía joven, estamos atrasados en la difusión de la ley 1885 que tiene como objetivo el empoderamiento de la juventud con espacios que le hagan ser ciudadanos de primera y no marginales que recurran a actos de vandalismo u otras expresiones de ilegalidad.
Los esfuerzos que realiza la Policía Metropolitana para combatir las pandillas deben ir acompañados de una política social orientada a la familia, los niños y la juventud; la apuesta de Barranquilla debe ser la de convertirse en una ciudad integral, que sea un ejemplo verdadero para todo el país.
El cemento y la infraestructura no lo es todo, de nada nos sirve tener una ciudad llena de edificios, con arroyos canalizados o parques remodelados si lo que reina es la inseguridad y la violencia, en medio de una sociedad destruida. Nuestro llamado es que se tenga como prioridad la acción hacia esta población vulnerable como remedio pero también como prevención. No le sigamos dando la espalda a los problemas sociales que por la desatención se nos están saliendo de las manos.