Estos días se ha evidenciado, más que nunca, que la falta de previsión en el sector energético nos está ganando la partida. El exceso de confianza nos está llevando hoy a paliar un problema de escasez en ciudades como Bogotá que se encuentran a puertas de un apagón, producto de la coyuntura del fenómeno de El Niño y el cambio climático, pero también de la inadecuada planeación energética.
La delicada situación del sector eléctrico, incluye paralelamente una importante disminución en la producción de gas natural. El retroceso observado en los últimos años es, de lejos, el más significativo en lo que va del siglo, de acuerdo con la Asociación Colombiana del Petróleo y Gas (ACP), en los últimos 15 años, las cifras se han desplomado en 48,93%, en 2007 contábamos con 14,1 años de reservas y en 2022 solo con 7,2 años. Si continuamos así, el déficit entre la oferta nacional actual y la demanda de gas natural se daría a principios de 2025, según ha alertado Asoenergía.
A la luz de la realidad, se hace urgente, necesario y vital, marcarle una nueva ruta al futuro del gas natural en Colombia, a mediano y largo plazo. En los últimos años el país ha sido víctima de situaciones inquietantes que crean dudas en relación con nuestras reservas, la capacidad de explotación y las garantías para su adecuada distribución. En este contexto, no es fácil la vinculación de nuevos inversionistas ni la cabal satisfacción de quienes ya tienen varios lustros de presencia en nuestro mercado.
El asunto es complicado. Tanto en lo eléctrico como en lo del gas natural, la discusión es compleja, pero no por ello se debe evadir o dilatar. En el marco de las situaciones planteadas a la fecha, el primer punto es apostarle al fortalecimiento de la industria interna, priorizando la exploración y explotación de los abundantes recursos que existen costa afuera y en tierra. Solo en 2023, se redujo la perforación de pozos petroleros 45 % menos respecto a 2022, de acuerdo con Campetrol, hay que retornar al camino de la exploración.
Por otro lado, urge avanzar en los proyectos que actualmente se encuentran estancados, para lo cual es crucial la articulación en los procesos del Ministerio de Minas y Energía, la Upme, la ANH y la Creg, así como robustecer la capacidad institucional, de tal forma que se brinde seguridad jurídica y regulatoria a las compañías extranjeras interesadas. Estamos ante una preocupante situación de escasez que nos obliga a acelerar la interconexión entre los campos de la Costa Caribe y el interior del país.
Por más que tratamos de conservar una visión reposada de los acontecimientos, experimentamos una creciente preocupación en relación con la política y la regulación que se desea para el sector energético. Necesitamos un Ministerio de Minas y Energía que resuelva y no dilate problemas, además de una Comisión de Regulación de Energía y Gas, Creg, en funciones que atienda, a tiempo, las necesidades del sector. No podemos seguir actuando por reacción, eso hay que entenderlo, sí o sí.
Publicado en: La República