Ecuador, Catatumbo, Santrich, entre otros temas, y la redefinición programática en las campañas presidenciales frente a la paz mueven el interés nacional. Hagamos un recuento y mis consideraciones.
He venido sosteniendo que las campañas para la Presidencia deben priorizar los temas de mayor urgencia para las personas y la economía, en lo cual se tiene información suficiente con base en las encuestas y otras herramientas, pero los elementos para la seguridad y la paz estable tienen un peso lógico en un país como el nuestro, cuyo gobierno de ocho años hizo de las negociaciones, cierre de acuerdos e implementación de los mismos con las guerrillas, el eje de su política.
Se percibió en los últimos días hechos para la incertidumbre pero también de certezas acerca de que hay bases para el optimismo mesurado. Creo que el acuerdo con las Farc está pasando la prueba de los últimos días mientras que las negociaciones con ELN emiten señales alentadoras en Quito pero preocupantes en el territorio nacional.
A los colombianos nos corresponde dar un mandato acerca de cómo debe procederse a partir de agosto. Es el desarrollo de una estrategia de “pulso firme y mano tendida” que se inició en los ochenta y que se ha cumplido con altibajos. La parte de firmeza nunca se debe arriar.
Lo más reciente en el caso de Ecuador, que tuvo más revuelo cuando fueron asesinados tres enviados especiales del periódico El Comercio en la frontera, es la negativa de esa nación para seguir como garante y sede del proceso de negociaciones con el ELN, proceso del cual se dijo esta semana que acordaría en mayo un nuevo cese bilateral del fuego y los procedimientos para el inicio en firme de la participación ciudadana para una agenda más concreta de lo que podría ser un acuerdo final, más algunos elementos estructurales de este acuerdo. El cese del fuego es el propósito principal del gobierno en su estrategia porque un conflicto degradado no tiene presentación hoy ante los colombianos. Si el objetivo es que no haya violencia hay que mostrar pruebas confiables de que hacia allá conducen las negociaciones y sin atenuantes.
El argumento ecuatoriano, que a mi juicio tiene sentido, es que le ha faltado coherencia a los guerrilleros entre el discurso en la mesa y las acciones en Colombia. La cooperación les resultó perjudicial y no la ven bien encaminada.
Eso nos conduce en la mirada a lo que está pasando en el Catatumbo, con paros armados que obligaron el viernes al Estado central a movilizarse al territorio para asumir el control militar y político- administrativo porque once municipios de la subregión están sujetos a desplazamientos y parálisis por la guerra entre el ELN y el EPL.
Son, entonces, la frontera con Ecuador y Catatumbo los lugares más calientes hoy en Colombia. En la frontera están 57 mil uniformados colombianos, doce mil de ellos en operaciones contra alias Guacho, con centro de operaciones en Tumaco, el municipio con mayores cultivos de coca en Colombia. Guacho es el autor principal del asesinato de los tres periodistas y jefe de un grupo disidente de las Farc dedicado al narcotráfico. Es para los dos países el objetivo, vivo o muerto.
Mientras, hay expectativa por lo que pueda ocurrir en materia de rearme de las Farc por los problemas sobrevinientes en la implementación de lo acordado, que ha motivado alguna desconfianza, con crecimiento ya advertido de las 16 o 18 disidencias reconocidas, y por la captura con fines de extradición del líder Jesús Santrich para que responda en Estados Unidos a una acusación por conspiración para enviar diez toneladas de cocaína, captura que rechazan los de las Farc alegando un montaje de la DEA e inocencia del implicado.
Tanto el gobierno como los jefes de las Farc han señalado que el acuerdo sigue firme. Son evidentes las diferencias en las posiciones en el nuevo partido pero surge nítida la manifestación de que acatan el Estado de Derecho. Santrich niega los cargos y se hace más visible en las últimas horas a través de los medios de comunicación su huelga de hambre para no ser extraditado, una situación potencialmente explosiva si llega a morir, como ha manifestado que prefiere el capturado antes de responder ante los jueces norteamericanos.
Lo positivo es que el caso Santrich demuestra que no hay cabida en el acuerdo firmado y en implementación para nuevos delitos posteriores al primero de diciembre de 2016 de los desmovilizados de las Farc y que ellos así lo aceptan. Timochenko, su jefe máximo, mandó este sábado un mensaje a quienes están todavía concentrados en las zonas rurales establecidas para la desmovilización y les manifestó que es deber honrar la palabra empeñada y por lo tanto deben ajustar sus comportamientos a la Constitución y las leyes, así que quienes las infrinjan no pueden esperar solidaridad de su partido.
Muy conveniente esa precisión. Grave sería para Colombia que las Farc como partido convalide actividades ilegales de sus dirigentes y desmovilizados. El acuerdo se hizo para que no haya política con armas y delitos sino atención a las víctimas como prioridad. Nada de nuevas víctimas o revictimización.
En cuanto a las disidencias nada impide que haya contundencia en su eliminación como factores de inseguridad ni consideraciones diferentes al Derecho Humanitario para las operaciones de captura y eventual acción armada para la neutralización. No puede permitirse su crecimiento o consolidación. El deber del Estado es la firmeza.
El proceso de pacificación mantiene otros apoyos internacionales diferentes a Ecuador. El presidente Juan Manuel Santos resaltó el viernes que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad respaldar las acciones del Estado colombiano en su proceso de paz estable y duradera, tanto con Farc como con ELN. Dijo que le mandaron de Nueva York con el vicepresidente Naranjo el mensaje de que tenga paciencia y sea perseverante.
En esto tiene el respaldo de nuestro partido, que puso como condición en el acuerdo programático con el candidato Germán Vargas Lleras el mantenimiento de lo acordado como política de Estado, entre otros compromisos. El apoyo al agro, que tantas implicaciones tiene para la paz que buscamos, es otro de los temas en nuestra agenda de transformación en la U. El desarrollo integral rural es una de las más grandes preocupaciones que animan mi tarea como congresista. Igualmente, está entre la agenda hacia el nuevo gobierno la seguridad ciudadana y la seguridad del Estado.
La redefinición programática en las campañas presidenciales sobre la paz la advierto como consecuencia de que los colombianos no atendieron los llamados más extremos de los candidatos que estaban en campaña frente al acuerdo con las Farc. Ninguno de los candidatos acepta hoy que le saquen del centro en materia política y de paz. Lo que se ve venir es que seguiremos haciendo ajustes en la implementación normativa pero manteniendo lo esencial.
El Presidente nos convoca por estos días de nuevo a la reconciliación. Dice que esta “comienza en nuestros corazones, por nosotros mismos, en nuestros hogares, colegios, respetándonos los unos y a los otros, en respetar que hay personas que piensan diferente a uno, respetarlos, discutir con ellos, sin violencia, sin agredir” y termina con una invitación a que la campaña presidencial culmine sin odios.
Eso debe ser así. A Colombia la transformamos con la unión de las voluntades en torno a unos propósitos que ya están consensuados y que forman parte del ideario de nuestro partido.
Son, además de la paz y el agro, un trato diferencial a las regiones que más desigualdades muestran, lo cual ya está previsto en el Plan de Desarrollo Nacional que así sea pero que en algunos aspectos no se aplican. Es nuestro reclamo con indignación respecto a temas como la electricidad, el río Magdalena y otros proyectos que terminan siendo saludos a la bandera por engaño de funcionarios que tienen la obligación de ser más eficientes.
En el proceso de pacificación conviene, por último, que se aclare lo relacionado con las contrataciones en los fondos y en particular el uso dado a la cooperación internacional. El Ministerio de Hacienda declaró el viernes que no hay hallazgo de irregularidades y eso ayuda a disipar las dudas pero no las elimina. Ha sido este otro tema de debate relacionado con el proceso de paz.
Hecho este recuento de lo que ha ocurrido recientemente concluyo que hay motivos para un optimismo mesurado respecto a la paz como objetivo de la nación y que se ve fortalecida si siguen las expresiones categóricas de respeto a la palabra empeñada con los ajustes frente a las situaciones que lo aconsejan en función de sus objetivos fundamentales.