Uno de los retos más grandes que tenemos como región Caribe es mejorar la calidad de la educación de nuestros niños, niñas y jóvenes. La lucha contra la ignorancia, la pobreza y la inequidad es una batalla que venimos perdiendo desde hace mucho tiempo, así que agilizar una agenda que resuelva el rezago educativo de la Costa Atlántica es un tema impostergable.
Es la hora de pasar del dicho al hecho. El acceso a la educación en Colombia, desde el preescolar hasta el nivel superior, debe ir más allá del compromiso presidencial para que en cada uno de nosotros haya disposición de aporte y apoyo a una evidente necesidad del ser humano.
El deber ser es que todos los días, los niños, niñas y jóvenes salgan rumbo a las escuelas, colegios, universidades, centros técnicos y tecnológicos para adquirir el conocimiento que se convertirá más tarde en la fuerza transformadora del progreso, del crecimiento económico y del bienestar social. Sin embargo, la realidad es distinta.
De acuerdo con la última encuesta realizada por el DANE, la tasa de analfabetismo del país es de 5,24 %, es decir que aproximadamente, 1.857.000 colombianos, todos mayores de 5 años, no tienen competencias lectoras y escritas. Causa preocupación que de los cinco departamentos con las tasas más altas (por encima del 10 %), tres son de la región Caribe: La Guajira, Sucre y Córdoba, donde se estima que por lo menos 1 de cada 10 personas no sabe leer ni escribir.
Por otro lado, en la cobertura de la educación superior en la Costa Caribe también nos quedamos cortos. Recientemente, el Observatorio de Educación del Caribe de la Universidad del Norte (Oeccu) publicó un estudio en el que advierte que “la región no ha avanzado en términos de cobertura en educación superior: pasó de 35,50% en 2020 a 35,55% en 2021”, ubicándose por debajo de la media nacional.
En las últimas dos décadas hemos hablado en la Costa Caribe de erradicación del analfabetismo, fortalecimiento de la cualificación docente, desarrollo del multilingüismo, aumento de cobertura de la primera infancia, la infraestructura educativa, la articulación en todos los niveles educativos, el uso pedagógico de las TICs, el mejoramiento de la pertinencia con énfasis en valores, arte y cultura, productividad, medio ambiente, deporte y construcción de ciudadanía democrática; desarrollo de la educación rural, fortalecimiento institucional, fortalecimiento de la ciencia y la tecnología y la construcción de nuevos indicadores para la asignación de recursos, pero el resultado es mucho menor a lo esperado y seguimos mal.
A nuestros jóvenes los queremos criados en los brazos de la educación, una educación de calidad centrada en valores, en la civilidad, en la cultura ciudadana y en las competencias y habilidades para el desempeño productivo, todo lo cual es esencial para madurar una vocación de sociedad pacífica y equitativa.
El Caribe exige una atención especial por parte del Gobierno Nacional, necesaria para disminuir la brecha de la desigualdad que avanza sin misericordia, frenando las perspectivas de crecimiento de la región. Pedimos que en Plan Nacional de Desarrollo se focalice la inversión hacia el fortalecimiento del capital humano a través de mayores recursos para la educación en el Caribe.
Si no atendemos adecuadamente los problemas de educación de la niñez y la adolescencia, ¿cuál es el futuro que le espera a Colombia?. Más y mejores oportunidades educativas son las urgencias del presente.