Aun cuando las cifras dan cuenta de una leve disminución del desempleo juvenil, este grave fenómeno sigue siendo un desafío crítico para el país. La deuda con la inserción laboral de nuestros jóvenes sigue siendo alta. Mientras el mercado laboral evoluciona rápidamente, la educación tradicional y las políticas públicas están varios pasos por detrás, limitando el desarrollo de toda una generación que se encuentra a la espera de un empleo más inclusivo y de calidad.
La disminución del desempleo en Colombia al 9%, según las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), correspondientes al mes de mayo de 2025, confirman la tendencia a la baja que viene registrando el país, 0,4 puntos porcentuales menos frente al mismo mes del 2024. Si bien en el segmento de los jovenes el desempleo también presentó una disminución, la tasa con un 17,1 % en el primer trimestre de 2025 sigue siendo alarmante, ciudades como Quibdó que registró una desocupación juvenil del 38,5 %, Sincelejo del 27,6 % e Ibagué del 25,5 % son las más afectadas. Más de 2,68 millones de jóvenes entre 15 y 28 años se encuentran en situación de desempleo.
Al comparar con los países de la región, los datos no son nada alentadores. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Colombia ocupa el tercer lugar de los países latinoamericanos con la tasa de desempleo juvenil más alta, con un 20,6 %, apenas nos supera Costa Rica con un 23,3 % y Uruguay con un desafortunado 28,1 %. Por la desigualdad laboral que por generaciones ha marcado a este segmento, miles de jóvenes están viviendo grandes dificultades para acceder al primer empleo.
Según el reciente informe laboral del Centro de Estudios Económicos de la ANIF, los dos principales factores del desempleo juvenil en Colombia son: la falta de experiencia laboral de los jóvenes y el desajuste o desbalance entre formación y demanda laboral. Las habilidades demandadas por el mercado (digitalización, análisis de datos, habilidades blandas) no están suficientemente integradas en los programas educativos tradicionales. Se evidencia entonces que uno de los grandes retos consiste en adaptar la educación a las dinámicas que están redefiniendo el panorama laboral y educativo.
Este problema estructural del empleo juvenil, que se viene presentando de tiempo atrás en el país, amerita un abordaje con un enfoque integral y coordinado entre el Gobierno, el sector privado, el educativo y la sociedad civil. Además de la adopción de políticas públicas destinadas a generar nuevas dinámicas de empleo a nivel local y nacional, es imperioso alinear la educación y el mercado laboral de tal forma que se logre responder a las demandas actuales. Se requieren reformas estructurales que promuevan la inclusión, incentiven el emprendimiento, fortalezcan la formación técnica y faciliten el tránsito efectivo del estudio al trabajo.
Estamos fallando al no garantizar oportunidades laborales a nuestros jóvenes, perpetuando la desigualdad, la pobreza y limitando el desarrollo del país. No podemos permitir que la falta de oportunidades siga truncando los sueños de miles de jóvenes que ven cómo pasan los días sin la posibilidad de acceder a un trabajo digno. Hay que enfilar esfuerzos para ganar la batalla contra la desocupación e informalidad de las nuevas generaciones.