Estamos frente a dos amenazas para la integración del Caribe, integración que he saludado con esperanza y declarado, lo cual reitero, mi voluntad para impulsarla. Una amenaza viene de España y la otra de la pobreza y la marginalidad en la región.
Veamos. La crisis catalana está produciendo interpretaciones en Colombia que conviene se aclaren con tiempo para que no se radicalice el centralismo y sus agentes respecto a las regiones que, como el Caribe, ha iniciado un tránsito previsto en la Constitución hacia una mayor autonomía para el desarrollo integral de los ocho departamentos.
En Cataluña hay un proceso separatista. Lo nuestro, por el contrario, lo que predica es la unidad nacional. Es decir, mayor autonomía territorial para sentirnos más a gusto con Colombia. Las voces que predican la separación en el Caribe, que las hay, son escasas.
Hago la advertencia porque la separación de Panamá hace más de un siglo produjo como reacción que el centralismo se exacerbó contra el Caribe y terminamos perdiendo con aquella ofensiva hasta el punto de que un ingreso per cápita similar que en esos momentos teníamos respecto al de la nación terminó creando o ampliando brechas y hoy tenemos casos como Sucre, donde el ingreso por habitante es la mitad del bogotano. El reclamo Caribe se debe a que las oportunidades en múltiples frentes, como el educativo superior y de posgrados, son dramáticamente inferiores al que tienen las zonas comparativamente más avanzadas de Colombia.
Cataluña es un territorio rico en España. Dicen que constituyen una quinta parte del PIB español y reciben poco del Presupuesto General. El Caribe, por el contrario, tiene el 22 por ciento de los habitantes de Colombia y su PIB representa apenas el 15 por ciento. Solo Atlántico muestra indicadores de desarrollo aceptables en términos comparativos.
Si bien existen diferencias culturales entre el Caribe y el centro, ha habido igualmente aceptación para las migraciones, de manera que “cachacos” y “extranjeros” ejercen sus actividades tranquilamente aquí. En esto los radicales que predican exclusiones en el Caribe por origen son igualmente minorías.
La conclusión es que Colombia no puede ahora frenar aun más la descentralización y la autonomía territorial por temor a separaciones futuras, como si fuera una enfermedad catalana, sino afianzar la unidad nacional a partir de la equidad y la búsqueda permanente de la igualdad. La autonomía territorial lo hace más posible porque favorece el desarrollo y en eso hay abundantes experiencias internacionales.
Otro tema que ha tenido resonancia en los últimos días en el Caribe es que la equidad intrarregional es mucho más obligante porque hay también un centro mejor dotado y con mejores indicadores frente a una periferia, conformada por La Guajira, La Sabana, La Mojana, Los sures, que reclama participación con dignidad en el debate sobre desarrollo regional exponiendo sus necesidades y reclamos históricos. No solo en el debate sino en la asignación comprobable de los presupuestos y funciones para el desarrollo.
De esta manera a la Región Administrativa y de Planificación (RAP) que nació el 19 de octubre se le suman como retos, además de los que habíamos advertido en una columna anterior, las malas interpretaciones o lecturas de la crisis española que hoy ya tenemos. De ahí mi advertencia esta vez.
Pero también se hace más notorio desde octubre el reclamo para que no haya una concentración en el núcleo urbano que conforman Santa Marta, Barranquilla y Cartagena con desmedro para las otras subregiones. Se trata de un alegato justo y por lo tanto debe ser atendido por quienes lideran este proceso de integración subregional denominado Ciudad Caribe.
El libre mercado crea sus dinámicas de desarrollo territorial y eso es entendible pero la acción política, deliberada y ejercida con equidad para la justicia social tiene que ejercitarse desde el Estado y también el mercado para que haya cohesión y no futuras separaciones, en este caso separación de los territorios más atrasados para aliarse con quienes pudieran darle mejores oportunidades, es decir, Antioquia y los santanderes.
La integración Caribe está amenazada y lo que conviene es atender los hechos de debilitamiento o vulnerabilidad a tiempo. Es lo más responsable.