REFORMA POLíTICA: AMBIENTE ES POCO FAVORABLE Y LA PRISA ES MALA CONSEJERA

domingo, 19 de febrero de 2017 a las 06:55 AM Columnas

En mi declaración de la semana pasada sostuve que siempre será un imperativo modernizar y depurar el ejercicio de la política colombiana, pero advertí categóricamente que esta tarea no puede ser a las carreras sino dentro del más amplio consenso nacional.

El nuevo modelo político colombiano debe surgir de un compromiso de todos los sectores y debe representar la voluntad de cada partido, tanto de los que estamos en la Unidad Nacional como de la oposición y de la izquierda.

Para que de esta manera podamos, en medio de las diferencias ideológicas, impulsar una transformación de las costumbres, que implique una lucha sin cuartel contra la corrupción como mecanismo inmediato de salvaguardia de nuestra democracia.

No me cansaré de decir que estoy convencido de que una reforma política con apresuramientos, con afanes, que mira exclusivamente los intereses de unas partes reducidas, tiene las mismas fallas y vicios de quien llega precipitadamente a las corporaciones públicas mediante la compra de votos, es decir, además de adjudicarse una curul a una persona en particular, está claro que a las regiones y al país ese tipo de maniobras no le sirven de nada, solo satisface vanidades personales.

Igualmente me ratifico en que soy respetuoso de los planteamientos del gobierno, los he apoyado y los seguiré apoyando en el marco de las conveniencias nacionales, he ayudado a tramitar numerosas iniciativas gubernamentales en el Congreso, pero en el caso de una reforma política de alto contenido y soluciones profundas como la que espera el país, estoy convencido de que no podemos anunciarla con toque de sirena como bomberos tratando de apagar incendios; no, esto hay que hacerlo responsablemente, un paso en falso nos puede poner a rodar por el despeñadero.

Insisto en que lo primero a determinar es qué tan beneficiosa resulta una súper reforma política en un año en el que se tiene a ministros renunciando porque aspiran al Congreso o la presidencia, mientras los actuales senadores y representantes salen a defender su curul y a marcar tendencia victoriosa en materia de candidaturas presidenciales.

Un año de pronunciado énfasis electoral podría ser el peor para tramitar una reforma política, por muy bienintencionada que ella sea; no, no es que no se pueda, el pupitrazo todo lo aguanta, lo que importa es si funcionará aprobada a las carreras y sin el debate requerido entre todos los sectores de la vida nacional: públicos, privados y sociales.

Estoy seguro que ni a la oposición ni a sectores que propugnan por la paz les interesa una reforma política que solo recoja visiones de una de las partes, cuando la política en escenarios democráticos se enriquece con los acuerdos y el consenso. Concurriré a las presentaciones y al estudio de lo que sea necesario, a debatir lo indispensable en estos casos, pero no estaré del lado de una reforma que pretenda imposiciones de conceptos ni pasos acelerados.

La aprobación de la reforma política debe ser tan cuidadosa como el movimiento de las piezas durante una partida de ajedrez. Si actuamos a lo contrario, creyendo que es una final olímpica de carrera de 100 metros planos – sin ser ágiles para estas velocidades – solo desperdiciaremos el sudor y la verdadera medalla de oro será para el atleta de una nueva frustración nacional.

No soy pesimista, de ninguna manera. Ni desconozco el interés del gobierno por ser fecundo en este objetivo, pero debo señalar que quienes están en el Ejecutivo no son los únicos que hacen política en el país y una reforma que se ubica en el plano de lo fundamental debe recoger el sentir y las propuestas de todos. En ese contexto será más expedita su aprobación.

Bajar a 16 años la edad de votar, aprobar el voto obligatorio, autorizar la financiación estatal del cien por ciento de las campañas electorales, permitir las listas cerradas para Congreso, eliminar la Vicepresidencia de la República, ampliar el período presidencial y de lo que corresponde a la estructura organizacional, modificar la circunscripción nacional de Senado, promover y crear la iniciativa ciudadana para proponer leyes, no son tópicos de menor cuantía y deben ser examinados cuidadosamente al igual que los mecanismos anticorrupción que deben blindar la política de los sucesos bochornosos del pasado.

Tengo interés en la reforma política, comparto la preocupación de los ciudadanos sobre su futuro y no me cierro a la discusión, pero no quiero participar de cualquier manera en este proceso. Mi compromiso es dedicarme a la reforma política con responsabilidad, para poder visionar los debates indispensables y las aprobaciones pertinentes.

Me parece que la Misión Electoral que próximamente presentará sus propuestas, debe encajarse en un cuadro que incluya y no que divida desde el principio. Si trabaja para mostrar un plano sesgado de la gestión electoral y de las circunscripciones, la paz seguirá cojeando. También me parecería erróneo que las propuestas de reforma tengan un tufillo a revanchismo contra el legislativo y sus actuales integrantes. Lo mejor es una reforma política bien pensada, extraordinariamente debatida y construida con la fuerza de la inteligencia y la capacidad moral suficiente para llegar a las instancias del revolcón que la comunidad clama. Por favor visite www.josedavidname.com o escríbame a jname@josename.com

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