A pocos días de finalizar la legislatura y rodeado de un descontento ciudadano generalizado, se inició en el Congreso de la República, la discusión de la nueva Reforma Tributaria ahora llamada Ley de Crecimiento Económico, que sorprendentemente superó su primer debate en solo ocho horas de sesión de las Comisiones Terceras Conjuntas, hecho que causa preocupación y deja muchos interrogantes acerca de su superficial estudio y apresurada discusión, al ser este un proyecto de ley complejo que requiere un profundo debate porque busca nada menos que definir el panorama fiscal del próximo año.
Como funcionarios electos popularmente, la obligación que tenemos los congresistas de representar a los ciudadanos y defender los intereses públicos debe primar por encima de todo, especialmente cuando acciones populistas derivadas de presiones mediáticas se cuelan en reformas instrumentales para el país, que exclusivamente demandan disposiciones estructurales idóneas y técnicas, como es el caso de esta reforma que debe garantizar un régimen tributario estable.
Por ello, intranquilizan varias de las propuestas que se incluyeron en este proyecto de ley, como el recorte de impuestos a empresas, que alcanza los 9 billones de pesos, reduciendo gravemente el recaudo tributario. Dicho escenario nos expondría a un aumento sostenido en el déficit fiscal que terminaría afectando la credibilidad financiera del país, una situación que, en tal caso, obligadamente nos impondría incrementar la deuda pública y privada, acarreando graves afectaciones a la economía de todos los colombianos. Es esta una de las razones por las que en la reforma tributaria es indispensable garantizar que los gastos no excedan los ingresos y se cumpla la función de aumentar el recaudo fiscal y cerrar el déficit fiscal.
Otros puntos que deben ser discutidos a fondo y sin pasiones, son las nuevas medidas que incluyó el Gobierno en esta reforma, las cuales representan un costo superior a los $3 billones de pesos, entre ellas se encuentran: la devolución del IVA al 20% de la población más vulnerable, la reducción a 4% de los aportes a la salud para las pensiones de un salario mínimo, la deducción del 120% en el impuesto de renta a las empresas que contraten jóvenes de hasta 28 años y los tres días sin IVA al año. Propuestas que más allá de buscar ganar favorabilidad deben estar enmarcadas en el objetivo de la reforma tributaria y tener en cuenta las limitaciones fiscales de nuestro país.
La semana pasada los congresistas recibimos una comunicación firmada por prestigiosos académicos y expertos en economía, quienes expresaron su profunda preocupación sobre el proyecto de ley de Crecimiento Económico, indicando que existe: “…una presión injustificada por aprobar rápidamente un proyecto de ley sin mayor debate técnico”. En la misiva también afirman que: “…las exenciones tributarias que se pretenden entregar a los sectores económicos señalados en el proyecto de ley, así como las nuevas medidas incluidas, no tienen una justificación técnica robusta” además aseguran que: “…no constituyen realmente un beneficio generalizado para la población, en especial la de menores ingresos”. Las inquietudes planteadas por este grupo de académicos respaldan nuestra postura de darle un debate profundo a la reforma tributaria.
Debemos tener claro que en las reformas tributarias no caben medidas populistas, únicamente las especializadas que le garanticen al país una seguridad fiscal, no se pueden incluir gestos paternalistas de supuestos “beneficios” para los más pobres que más adelante puedan desencadenar crisis irreparables. Y aunque desde ya manifiesto mi voluntad de aprobar la reforma tributaria y de apoyar las propuestas sensatas del Gobierno, me declaro en contra de apresurar su estudio corriendo el riesgo de que la reforma se apruebe dentro de un debate mediocre, afanado y sin ilustración.
Sería un gran desatino del Congreso en el 2019, aprobar la reforma tributaria sin el estudio exhaustivo y meticuloso que merece. Un tratado tan cardinal, extenso y técnicamente complejo apremia ser debatido y estudiado a profundidad. Aquí no hay cabida para el “Pupitrazo”, no debemos cometer los mismo errores, lo menos grave que podría resultar de una discusión a las carreras serían los vicios de trámite nuevamente, debemos ahorrarnos también los de fondo, que de quedar con fuerza desencadenarían un caos fiscal en el país.