VENEZUELA, DEMOCRACIA INVIABLE QUE NO PUEDE IRRESPETAR A COLOMBIA

domingo, 26 de marzo de 2017 a las 06:54 AM Columnas

Más allá de la historia libertadora que compartimos desde la época de la colonia española y la afinidad que existe entre la cultura indígena Wayúu que recorre los dos países como un solo pueblo, me une a Venezuela un entrañable respeto y cariño por su gente, así como una profunda preocupación por el gobierno que hoy administra al país.

Es increíble e inadmisible que una Nación como la venezolana con la riqueza petrolera que tiene en su territorio, llegue al grado de postración social en que hoy se encuentra.

De ser uno de los países más prósperos de América Latina en términos de acumulación de divisas, producto interno bruto, desarrollo de infraestructura y apoyo a la actividad agropecuaria, entre otros aspectos, Venezuela se convierte en tierra en donde solo brilla el sol que golpea las grandes avenidas y los vidrios de las gigantescas edificaciones de sus ciudades más progresistas.

Venezuela es hoy por hoy la prueba fehaciente de lo que no puede llamarse democracia y en el plano político no puede haber en la región un gobierno ni un poder ejecutivo más inviable que el de este país hermano, cuyo sufrimiento nos duele y quebranta el alma.

Pero la consideración que tenemos hacia los venezolanos del común y la oposición política reprimida, encarcelada y humillada, no es óbice para que tengamos que bajar la cabeza frente a un gobierno que quiere coger a Colombia de excusa y de factor distractor frente a la tremenda presión en su contra en el continente americano.

Todo Jefe de Estado merece nuestra estima cuando actúa en defensa de los intereses democráticos y en beneficio de sus gobernados, pero en el caso de Venezuela el Presidente Nicolás Maduro muestra un estilo administrativo que produce el efecto contrario, con el agravante de querer lavar el tiempo de su desgracia con el buen nombre del pueblo colombiano, lo cual nos lleva a sentar nuestra más enérgica voz de protesta e inconformidad.

El reciente episodio de Arauquita con la inaceptable presencia de varias decenas de militares venezolanos en nuestro territorio, es una afrenta a la soberanía nacional y si bien no deseamos ninguna confrontación bélica con el Ejército vecino, ya va siendo hora de colocar los puntos sobre las ies en lo que debe ser la salvaguarda de nuestra integridad fronteriza.

En algún instante llegué a pensar que contábamos en el Ministerio de Relaciones Exteriores con la persona idónea para mantener en alto los intereses nacionales, pero con el paso de los meses lo único que he podido comprobar es que carecemos de la firmeza diplomática y el conocimiento cabal para que el irrespeto venezolano no sobrepase los límites permitidos.

Necesitamos una Cancillería que se ría menos, que se tome menos fotos y que no crea que la diplomacia, además de aceptar las buenas maneras, también significa ejercer una supuesta prudencia que tolera que pisoteen nuestras fronteras y a sus residentes.

Hemos superado en apariencia el incidente de Arauquita, es probable que esté relacionado con maniobras de la presidencia venezolana para que no se perciba lo que se viene en su contra en la Organización de Estados Americanos, OEA, esta semana. Pero no por ello debemos pasarlo por alto ni desconocerlo como elemento de burla y ataque permanente a nuestra soberanía. El Gobierno de Colombia debe oficializar su protesta con toda la contundencia del caso.

Tenemos que acompañar a Venezuela pero no el marco de una situación de ingobernabilidad y antidemocracia, sino en un ambiente de “recuperación de la institucionalidad democrática”, como lo ha pedido la OEA al llamar a que todos los países de la región colaboremos en ese propósito.

Colombia no puede ser indiferente frente al hostigamiento fronterizo ni ante el llamado que hace la OEA para que en Venezuela se convoquen elecciones libres y justas, se excarcele a los presos políticos y se devuelvan las garantías para que el pueblo no siga pasando hambre ni se extermine la iniciativa privada.

No somos amigos de la injerencia indebida en los asuntos internos de nuestros vecinos, ni pretendemos atizar la hoguera bajo el fuego de la guerra en la frontera, pero estamos convencidos que en momentos como este es indispensable el esfuerzo colectivo de países para la restauración de la democracia venezolana y para que seamos categóricos como República en defensa de la soberanía nacional. Por favor escríbame a jname@josename.com