El panorama petrolero se nos pinta como para sentirse desanimado ante los reportes de las autoridades sobre el descenso que ha sufrido la producción colombiana.
Durante una larga temporada nos mantuvimos en niveles que nos dieron tranquilidad energética y llenaron de dólares nuestras reservas internacionales.
En septiembre de 2015 Colombia registró un volumen de 1’008.500 barriles – día y durante los meses posteriores el país ha estado por debajo del millón de unidades diarios.
En mayo pasado la producción promedio de crudo fue de 851.000 barriles por día, de acuerdo con el Ministerio de Minas y Energía. La cifra oficial establece una reducción del 0,59% respecto de abril de este año
Entre enero y mayo de 2017, la producción promedio cayó 37,72%, principalmente por la serie de atentados terroristas contra la infraestructura petrolera y el paro del oleoducto en abril.
Las autoridades competentes tenían la esperanza de una producción de 865.000 barriles, que al comenzar mayo se redujo a 840.000. Nos ubicamos entonces un 81% por debajo de la meta de 2016 que fue de 921.000 barriles. Recordemos que la producción promedio al año fue de 885.000 barriles. Casi al finalizar el primer semestre de 2017, el promedio de crudo es de 848.000 barriles diarios y en los últimos 12 meses de 849.000.
De una producción histórica de 1’035.410 barriles hemos tomado la ruta cuesta abajo, que obliga a Ecopetrol a un mayor esfuerzo en gastos este año para hallar más petróleo y gas en procura de contener el decrecimiento de reservas. 650 millones de dólares irán a financiar la exploración de 16 pozos, cifra que es dos veces y media la inversión de 2016.
Las preocupaciones no se han hecho esperar ante un escenario de reservas que no supera los 7 años. La no competitividad del régimen fiscal, los inconvenientes que resultan de la oposición de la ciudadanía a la exploración en zonas ecológicamente vulnerables y el deterioro de la confianza empresarial, terminan confluyendo en una seria limitación para garantizar la autosuficiencia energética.
Al lado de una producción petrolera a la baja, los grandes productores han inundado el mercado provocando una sobreoferta mundial dentro de la competencia por las cuotas. La consecuencia es una caída en los precios del barril, que en el caso colombiano abarata sus exportaciones y reduce el ingreso de dólares con el subsiguiente impacto cambiario con un dólar que inicia la semana mostrando una tasa representativa por encima de los 3 mil pesos.
La sobreoferta afecta doblemente al país porque desacelera la producción y frena la inversión. Como quiera que los capitales se inclinan más por la exploración, la actividad productiva cae en más de la mitad de los campos. Si el transporte se complica por el terrorismo, la extracción se detiene. Vamos perdiendo puntos por todos lados.
Somos amigos de promover soluciones de fondo frente a situaciones tan delicadas como las que se viven y se prevén dentro del sector energético colombiano.
Por un lado creo conveniente y celebro que el Ministerio de Minas y Energía le ponga el acelerador a la utilización de las fuentes renovables con base en la aplicación y reglamentación de la ley 1715 de 2014, que es de mi autoría. Las energías limpias son una excelente opción de desarrollo ante los problemas de los hidrocarburos y otros combustibles.
En un marco de reflexión y deseo de encontrar rumbos ciertos de corto, mediano y largo plazo, valdría la pena integrar la Misión Energética 2047 dividida en subcomisiones regionales que se encarguen de evaluar y proponer alternativas de cara a los próximos 30 años. Las subcomisiones deben surtir a la Misión central, que será la responsable de entregar al Gobierno Nacional actual o al próximo que se instale en el 2018 la nueva hoja de ruta del sector.
El posconflicto requiere mucha energía para incentivar el desarrollo en época de reconciliación. Todo lo que se haga para mantener encendido el progreso del país, será también un aporte a la paz. Por favor escríbame a jname@josename.com