LOS DATOS AGRIDULCES DEL DANE

lunes, 02 de abril de 2018 a las 06:27 AM Columnas

Los datos más recientes de pobreza y empleo del DANE dejan un sabor agridulce. Por lo tanto, deben apremiarnos a todos los colombianos, pero especialmente a quienes tenemos responsabilidades políticas, para apurar el paso a fin de cumplir las metas que nos hemos fijado con la comunidad internacional, la nación y, desde luego, con nuestra propia conciencia.

El DANE informó hace una semana que en 2017 la pobreza monetaria en Colombia se redujo al 26.9% (en 2016 fue del 28%) y el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) pasó de 17.8% en 2016 a 17% en 2017. El índice de pobreza extrema bajó de 8.5% a 7.4%.

La línea de pobreza se ubicó el año pasado en 250.620 pesos. Como la población colombiana estimada es hoy de 49.699.454 habitantes, significa que 13.369.176 colombianos reciben menos de 250.620 pesos al mes para su subsistencia. ¿Qué se hace con 250 mil pesos al mes?

En desempleo, este sigue por encima de un dígito que ha sido la meta desde hace varios años, cuando la alcanzamos, y esperamos lograr que sea del 6%. El dato hasta febrero es de 10.8%. Dice el DANE que 21.84 millones de personas estaban ocupadas hace un mes.

La realidad es que nos golpea el empleo precario, con tendencia a empeorar en regiones como el Caribe en sus grandes ciudades. Veamos, por ejemplo, lo que tenemos en Barranquilla. De cada cien ocupados, 46.3 son por cuenta propia, 41.7 son obrero o empleado particular, 3.4 son patronos o empleadores, tres son obrero o empleados del gobierno, 3.6 empleados doméstico y dos trabajadores sin remuneración. Pero Barranquilla es capital con mayor formalización, luego las zonas rurales o no industrializadas tienen un mercado laboral que genera más vulnerabilidades y obliga a acudir al régimen subsidiado para la protección en seguridad social. Y esto es eslabón de la cadena que se refleja en problemas como la sostenibilidad de los servicios y el capital humano.

La meta declarada es que en 2030 la pobreza en Colombia debe estar en 8%. Es decir, estamos lejos con este 26.9% que hoy ostentamos. Si no hay un estable crecimiento económico y mejoras en distribución, seguiremos con ingresos bajos en medición de pobreza y altas tasas, lo cual es contrario a los objetivos de nuestros planes de desarrollo.

Según los datos oficiales, apenas 385 mil personas salieron de la pobreza el año pasado. El gobierno de Santos dice que en siete años salieron de esa condición cinco millones, lo que muestra claramente que el crecimiento (que en 2017 fue apenas del 1.8%) frenó la disminución de la pobreza. El sistema de subsidios trata de evitar que se revierta la condición de los ex pobres (hoy en clase media) pero hay escasez de recursos fiscales, como lo hemos comprobado con los apretones para electricidad y otros subsidios.

Lo primero que hay que advertir para ser optimistas es que las estadísticas en calidad de vida de 2017 muestran algunos progresos. Dijo el DANE hace poco que en 2017 para el total nacional las opiniones sobre la satisfacción con la vida por parte de las personas de 15 años y más arrojaron una calificación promedio de 8,3 puntos en una escala de 0 a 10 puntos. La salud tuvo una calificación de 8,1 puntos en promedio, seguido por la seguridad (7,4 puntos), el trabajo o actividades desempeñadas (7,3 puntos) y el ingreso (7,0 puntos). Eso es bueno. Contrasta con otras encuestas que señalan que los colombianos pensamos que el país va por mal camino.

También dice la encuesta nacional en calidad de vida que el 41,0% de los menores de cinco años asistió a hogar comunitario, jardín, Centro de Desarrollo Infantil o colegio frente a 35.9 en 2016. Que el 50,0% de los hogares manifestó tener conexión a internet (en 2016 fue 45,8%). Y el 45,2% de los hogares habitaba en vivienda propia, totalmente pagada (42,8% en 2016).

No solo crece el uso de Internet y celular sino también los servicios públicos. Energía esta en 99.9% en las cabeceras, gas natural en 64.8% y acueducto en 90.3 de los hogares colombianos. El reto no es, entonces, de instalación de los servicios sino de sostenibilidad y ampliación a población no conectada.

Otros datos son que el 94.3 manifestaron tener al menos un televisor y el 63.4% una lavadora. Muy bien que ya el 94.5% manifiesta gozar de protección en salud y empieza a crecer la respuesta “muy bueno” de los servicios (ya va por 10.8% y en 2016 fue del 5.8%). Pero estamos muy lejos de la satisfacción ciudadana con la salud que le ofrece el sistema.

Importante son los datos sobre educación. Para el total nacional en 2017, en la edad para cursar educación básica y media (5 a 16 años) la tasa de asistencia fue 93,5%, en tanto que en la edad para cursar educación superior (17 a 24 años) la tasa de asistencia fue 38,5%. En 2016 para el total nacional la tasa de asistencia fue 94,8% para la población de 5 a 16 años. En el rango de edad de 17 a 24 años la tasa de asistencia fue 39,2. En este rango la meta es alcanzar el 50%. Cada día es más complejo subir coberturas. La calidad sigue siendo el gran desafío.

El optimismo para uno como agente de desarrollo puede crecer si se tiene en cuenta que en 1993 la pobreza en el Caribe era del 51.3% de la población y pasó en 2005 a 45.4%. Hoy sigue por encima del promedio nacional en unos cuatro puntos como total pero hay subregiones por encima del 50%. Por estar menos poblada respecto a los grandes centros urbanos el impacto en las estadísticas se opaca.

Pero una cosa son las cifras frías y otra la realidad que uno percibe. En Barranquilla persisten sectores como el Bajo Valle, Nueva Colombia y La Esmeralda, donde hay una población mayoritaria afrodescendiente, cuya situación poco varía si se compara con otras zonas de la ciudad. Golpean con rudeza igualmente las causas objetivas de la violencia en el suroriente de la ciudad, particularmente en la ribera del rio Magdalena, desde los barrios ubicados en el norte de Soledad.

La Guajira, Córdoba y Sucre tienen no solamente indicadores degradantes sino realidades sociales que no se compadecen con su riqueza y de ahí la urgencia, no solamente en materia de políticas sociales de redención, sino de estrategias eficaces de desarrollo del potencial productivo.

Los datos más recientes del DANE, en resumen, reflejan que desmejora la capacidad del país para erradicar la pobreza, si se compara con el ritmo que llevábamos. No podemos mantener el ritmo de la economía como vamos.

Hay señales positivas como los precios del petróleo, el crecimiento del sector agropecuario y de las exportaciones en manufacturas o el turismo. Un ambiente de estabilidad relativa en la política nacional y un mundo externo promisorio después del bajón de los últimos años.

Como señalé hace poco, las estrategias internas para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no se pueden quedar en letra muerta. Son objetivos para cumplirlos.

Ya sabemos, por otra parte, que la desigualdad en Colombia tiene indicadores que son inaceptables para el mundo y, según lo dice el propio presidente Santos, una vergüenza. Pero poco cede. Así lo refleja los informes del DANE.

El reto por eso, sin duda, es crecer con mejor distribución.