Ya estando en el ambiente que caracteriza al Caribe los fines de año y los carnavales se torna preocupante la oleada de noticias sobre inseguridades que afectan la tranquilidad necesaria para gozar las fiestas como es lo deseable.
Son numerosos los hechos perturbadores de la tranquilidad. Desde pequeños robos de luces en los pesebres en antejardines en los pueblos o de celulares hasta crímenes atroces, como el caso de la joven soledeña que salió de su casa engañada por una oportunidad de trabajo temporal y terminó degollada por un violador en un sector enmontado de Malambo, pasando por la muerte sorprendente de una niña de cuatro años en Santa Marta por ingerir traqui traquis.
Hemos pasado de las noticias por atrocidades del conflicto interno o el narcoterrorismo, a preocupaciones de perturbaciones evitables. Y el que sean evitables es muy grave.
La invitación, entonces, es a que hagamos todos en especial las autoridades hagamos los esfuerzos para prevenir los hechos que dañan el ambiente de fiesta. Una reunión de trabajo entre los responsables del orden y la seguridad en el Área Metropolitana de Barranquilla para tratar el tema de los atracos a los buses que ingresan o salen de la ciudad terminó con decisiones tan obvias como regular las paradas de los buses, instalar sistemas motrices de seguridad y mejorar la inteligencia para frenar la ofensiva de las bandas criminales. Son un problema recurrente estos atracos y muy perniciosos para la tranquilidad de los usuarios de este servicio intermunicipal de transporte próximo. Por eso resulta inexplicable el que se hayan demorado en la toma de decisiones.
El abigeato es otro problema que perturba en algunos municipios cerca de Barranquilla, con el agravante de que hay quejas por la demora en la atención de la Policía Nacional frente a los llamados ciudadanos por diversas causas que ya no tienen sentido con los avances de que disponemos. Nadie puede desconocer los servicios de esta institución pero, por lo mismo, por la confianza que ha ganado, tiene un deber mayor de activar sus propios agentes y los sistemas de apoyo comunitario.
Prevenir es mejor que curar. El sistema penal colombiano ha colapsado porque la conflictividad y la delincuencia han desbordado la capacidad institucional para resolver los casos, dándoles a estos tramite de manera oportuna, ya que el Estado no cuenta con lo requerido para evacuar los procesos. Y en el sistema penal terminan casos que pudieron no llegar allá si la acción estatal y de la sociedad tuviera más una cultura preventiva.
La seguridad es que cada persona pueda hacer sus actividades cotidianas sin temor de una agresión. En la medida en que se concentra la población en una ciudad o territorio y las necesidades de las personas aumentan los factores de agresión crecen. Crece igualmente la conflictividad por los cambios en los comportamientos, especialmente de la juventud, lamentablemente influida por consumos viciosos.
El reto en Colombia hoy por hoy es, por lo tanto, la seguridad ciudadana. Por ello el compromiso debe estar en su protección, tanto en las acciones punitivas, en lo cual hemos trabajado en el Congreso, como en las transformaciones culturales y tecnológicas que hagan posible la garantía de la seguridad. La cultura preventiva tiene que arraigarse en nuestro medio.
Días previos como estos a la Navidad y Año Nuevo hacen ineludible los esfuerzos preventivos a que hago referencia. Son acciones u omisiones que generen autoprotección (no dar papaya) pero teambién de gestión estatal porque ya se tienen las experiencias propias y las internacionales en materia de convivencia y seguridad que deben aplicarse en temporadas como la presente. Se sabe, por ejemplo, que las bandas organizadas delincuenciales se activan porque crece el movimiento comercial, de traslado de fondos a partir del sistema financiero, los delincuentes sienten el apremio de sus necesidades y la euforia festiva por los ambientes y los licores desactiva los resortes autoprotectores pero también los agresivos.
Conviene, por ello, que la interacción esté orientada hacia los mensajes de convivencia sana y en eso todos debemos contribuir. Si ya hemos hecho tan gran esfuerzo institucional y de la sociedad por alcanzar menores niveles de violencia política no tendría sentido que persista la intranquilidad de las personas por daños evitables. Si ya hemos ganado experiencias en el control de situaciones conflictivas no tiene sentido que las autoridades no hagan campañas efectivas de prevención de accidentes o de delitos contra las personas. Y que estas campañas se hagan a tiempo.
Cerrar el 2017 con el menor dolor posible debe estar entre los objetivos colectivos. Prevengamos el dolor.